lunes, 21 de diciembre de 2015

ALEJANDRA PIZARNIK

ALEJANDRA PIZARNIK VISTA DESDE LA FILOSOFÍA DEL LENGUAJE

nunca es eso lo que uno quiere decir
la lengua es un órgano de conocimiento
del fracaso de todo poema”.
Alejandra Pizarnik

Flora Alejandra Pizarnik, poetisa nacida en Buenos Aires en 1936, estuvo apartada de las preocupaciones políticas de su generación y realizó una poesía intimista en la que el lenguaje ocupa un lugar esencial no solo porque lo utiliza en la construcción material de su poesía, sino porque lo veía como una forma de alcanzar a comprender las cosas, pero no para transmitirlas.
Los hombres, por medio del lenguaje, alcanzamos el conocimiento. El lenguaje es abstracción. Con respecto a esto, sugiere Locke: “Las palabras, en su significación primaria, nada significan excepto las ideas que están en la mente del que las usa”. (Locke (Ensayo III, II, 2).
Pizarnik, por su parte, escribió:
no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua, ¿beberé?
si digo pan, ¿comeré? (1)
En ese sentido, desarrolla una poética del lenguaje opuesta al naturalismo de Platón y subraya que las palabras no tienen una relación directa con aquellas cosas a las cuales nombran; es decir, no hay una relación natural entre significado y significante:
SOLO UN NOMBRE
alejandra alejandra
debajo estoy yo
alejandra
Observamos que el nombre no es lo nombrado, ni tienen una relación natural, sino convencional. ¿Pero qué ocurre con las palabras y las convenciones cuando el lenguaje no logra comunicar?
En el epígrafe de este ensayo leemos un poema en el cual Pizarnik pone de manifiesto una imposibilidad de llevar a cabo la comunicación. Porque una cosa es el significado que está en la mente, y otra es el significante, que no es más que una sombra de la idea que está presente en la mente. Por eso Pizarnik habla de un fracaso, de una imposibilidad de comunicación, de realización de todo poema. Por eso, el valor que le designa al silencio:
silencio
yo me uno al silencio
yo me he unido al silencio
y me dejo hacer
me dejo beber
me dejo decir
Pizarnik no encuentra en el lenguaje una forma de comunicar lo que quiere decir, porque las ideas que subyacen en su mente son particulares, individuales. Y no puede existir convención entre dos elementos particulares y opuestos, sin algo en común.
No puedo hablar para nada decir, por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes. ¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado”.
Ante esa falta o imposibilidad de lo convencional, Pizarnik opta por el silencio, que es una conversación con uno mismo, que contiene, como vamos a ver, lo individual y lo universal del lenguaje, según Guillermo de Ockham.
En el siglo XIV, Ockham introdujo un nuevo sesgo en las investigaciones del lenguaje: El nominalismo. Para Ockham, los conceptos son ejemplificados o instanciados por los individuos, pero no constituyen realidades aparte de estos individuos. Habla de lo individual y lo universal, piensa que el universal no puede ser una cosa fuera del alma. Lo universal existe en el alma del sujeto cognoscente y sólo allí. Hay que preguntarse en qué medida es posible atribuirle una existencia en el pensamiento; pero se debe establecer, de hecho, que no tiene ninguna existencia fuera del pensamiento. Pero el universal tampoco puede diferenciarse del individuo, único dotado de existencia. “El universal es, por naturaleza, signo de una pluralidad. El signo puede ser signo natural o signo establecido: en sí la palabra es singular, es una cosa; pero puede ser universal por la significación, por su aptitud para ser predicado”. (Dialogus, Guillermo de Ockham)
Pizarnik escribe:
todos comprenden lo que nadie
nadie comprende lo que todos
Como vemos aquí, Pizarnik menciona el valor individual de las palabras, así como su plano universal, pero ambos campos son incompatibles para ella. Sin embargo, más que las palabras, el lenguaje que defiende Pizarnik es el silencio, es en el silencio donde se da esta relación entre lo singular-individual y lo plural-universal. Porque la categoría del lenguaje-idea no se reduce a las palabras, no pierde su esencia, porque al no ser “nombrado” permanece en lo que es y no en su representación ambigua y arbitraria, como ocurre con las convenciones. Por eso Pizarnik no opta por esa convención social del lenguaje, porque desvirtúa lo que es la idea, o la limita, o le da un sentido distinto a lo que ella quiere expresar.
Esta limitación de las palabras para nombrar la verdadera idea, la esencia de las cosas, podemos observar en este fragmento del poema PIEDRA FUNDAMENTAL, en el que la poetisa realiza una analogía entre el lenguaje y la música:
Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo).
Por último, analicemos la obra de Alejandra Pizarnik a la luz de Jacques Derrida.
Este filósofo propone el término “arqui-escritura”, que “es una noción generalizada de la escritura que se refiere a la forma en la que aquello que es escrito sólo es posible si se considera que existe un desfase de significados”. (De la Grammatologie, Jacques Derrida). Es decir, al hacer referencia a diferentes significantes entramos en una espiral que no acaba de hacerse referencias. El hecho de tomar conciencia de lo que pensamos implica una duración que nos afecta y nos transforma.
En su búsqueda de la expresión precisa, Pizarnik dice en uno de sus poemas:
Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.
Al momento de terminar un enunciado, no somos los mismos que cuando lo empezamos. Lo que decimos sobrepasa siempre lo que creíamos querer decir y nos revela que finalmente no sabíamos de antemano lo que se dice a pesar de nosotros.
En un reportaje publicado por el “Diario de poesía”, Derrida expresa su pensamiento sobre el lenguaje poético:
…lo que sugiero es que no se apropia una lengua sino para soportar un cuerpo a cuerpo con ella. Crear una obra es dar un nuevo cuerpo a la lengua, dar a la lengua un cuerpo tal que esta verdad de la lengua aparezca allí como tal, aparezca y desaparezca, aparezca en retirada elíptica. El acto poético constituye, por lo tanto, una suerte de resurrección: el poeta es alguien que tiene que tratar permanentemente con una lengua que se muere y que él resucita, no ofreciéndole un verso triunfante sino haciéndolo regresar a veces como un resucitado o un fantasma: él despierta la lengua, y para tener verdaderamente en carne viva la experiencia del despertar, del retorno a la vida de la lengua, debe encontrarse muy cerca de su cadáver. Debe estar lo más cerca posible de su muerte, de sus despojos... El poeta es alguien que se da cuenta de que la lengua, su lengua, corre el riesgo de convertirse en una lengua muerta y por lo tanto, tiene la muy grave responsabilidad de despertarla, de resucitarla, no en el sentido cristiano como un cuerpo glorioso, sino como un cuerpo mortal frágil. (5) (Fragmentos de un reportaje publicado en Diario de poesía número 59)

Pizarnik parece tener muy claro este aspecto del acto poético, porque desarrolla un combate con las palabras, en su intento de despertar a la lengua para vivir en el lenguaje, para tener un sitio, un vínculo, un lugar preciso desde el cual partir y al cual llegar.
En el poema DESTRUCCIONES (No estaría muy fuera de contexto mencionar aquí lo parecido, al menos en el sonido, del título a la teoría de la DECONSTRUCCIÓN de Derrida), Pizarnik manifiesta:
Del combate con las palabras ocúltame
y apaga el furor de mi cuerpo elemental.
En otro poema leemos:
No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.
Alejandra Pizarnik, luego de esconderse en el lenguaje 36 años, falleció el 25 de setiembre de 1972. Cumpliendo así con su poesía, que era su vida, una resurrección, como dijo Derrida, que nos empuja hacia un cuerpo que puede ser de nuevo olvidado.


1 comentario:

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